¿Recuerdas
aquella época donde solo te preocupaba jugar, ir a la plaza ese día y además,
encontrabas cualquier cosa con la que disfrutar?
Pues anoche
volví a soñar, volví a soñar con mi infancia, con jugar, reír, correr y saltar,
volví a soñar con el “cole”, la plaza, el “cerrajero” y el llanete San Juan,
con vosotras y nuestros primeros pequeños desafíos, desengaños, fiascos y
triunfos. Esas cosas que de pequeñas vivimos como ilusiones y ahora que somos
viajeras de la vida, vivimos como recuerdos.
Hay
recuerdos y momentos en la vida de las personas que son realmente difíciles de
olvidar. Épocas pasadas que nos marcan de por vida, ya no solo por nuestras
vivencias, sino por lo aprendido en el transcurso de las mismas. Poder
disfrutar de esos recuerdos es poder vivir la vida dos veces y eso es lo que
estamos haciendo desde que empezamos a preparar nuestro encuentro. Recordamos
nuestras anécdotas comunes, que tienen
su raíz en el colegio, centro donde a la vez nos enseñaron conocimientos
y educación, y nos inculcaron valores que llevaremos como estandarte de por
vida.
Ha pasado
tiempo y hemos crecido, esa raíz se ha fortalecido, dando lugar a unos árboles
firmes con importantes frutos y una buena sombra.
En nuestra
mirada atrás aun podemos percibir el olor a lápiz, pegamento y mandarina que
inundaban los pasillos, ese aire fresco y calmado, de paz y serenidad, esos
gritos de juegos infantiles y risas inocentes que iban creciendo para dejar
paso a otras más intensas, si cabe.
Recordamos
esa sensación de protección, de familia, de hogar, cercanía y cariño de las
profesoras. Recuerdos que van desde que esas niñas empezaron a bajar las
escaleras de párvulos hacia el hall, buscando la cara conocida de sus padres o
hermanos que venían a recogerlas, o la mano suave y cálida de la “madre” que se
quedaba esperando contigo ante un retraso, sonrisas en caras llenas de ternura
donde brillaba la experiencia del paso de los años, incluso cuando se camuflaba
esa sonrisa, incapaz de ser retenida, por una mano que intentaba mantener la
distancia.
No nos olvidamos
de las clases de costura, las manualidades en módulos, las tablas de
multiplicar y el cálculo mental, los murales para decorar, la ilusión para
hacer carrozas, el turno para vender bollos o rezar el mes de María, los
premios de fin de curso, los bailes y teatros, ese “Bravo por la música” tan
emotivo, o el vals de octavo como brotes finos, esas excursiones a San Marcos, etc.…. ¡Cómo olvidarlos! Parece que fue ayer cuando
planeamos el fin de curso y hacíamos parejas para sentarnos el próximo año,
cuando alguna que otra aparecía con el chicle pegado de labio a labio, se escondía
en el armario o comía mandarinas debajo del pupitre…
Ha sido una
satisfacción compartir todos estos años juntas, hemos aprendido cosas unas de
otras y nos ha ayudado a formarnos como personas, como profesionales, como
madres,…. Es un orgullo poder decirlo, sentirlo y agradecerlo. Preparar esta
reunión ha sido un parón en la rutina diaria para coger impulso nuevo, rico en
anécdotas, recuerdos, vivencias y experiencias dormidas y que ha sido
gratificante y emotivo revivirlas. Recuperar contacto y saber de las demás ha
sido lo mejor que nos ha podido pasar, ese ha sido el verdadero propósito de
todo esto y que nos tenemos que agradecer.
Dar gracias
porque ninguna nos hemos quedado en el camino, dar gracias a nuestras seños por
acompañarnos, estar ahí y haber sabido transmitir lo que hoy queremos recuperar
(en nuestra memoria las que no han podido estar), dar gracias a nuestros padres
que están y nos acompañan diariamente, y a los que no están con nosotros y no
podremos olvidar. Dar gracias al colegio por acogernos hoy y abrir sus puertas
para que volvamos a dejar entre sus paredes otro trocito de nuestro corazón.
“Mi árbol brotó…
mi infancia pasó…
Hoy bajo su sombra que
tanto creció….
Tenemos recuerdos mi
árbol y yo”.
Alharilla Ruiz García
(PROMOCIÓN “LO MEJOR DEL 74”)
Gracias chicas por hacernos vivir unos momentos maravillosos.
Vuestras maestras.